domingo, 9 de mayo de 2010

NOVEDADES DE LA PESCA CON MOSCA











Enero y febrero son meses especiales para pescar en la Patagonia argentina, en los que el calor avanza con las primeras horas del día y comienza a faltarle agua a la mayoría de los cursos. Así es más fácil descubrir pozones y correderas, lo que favorece a los que recién empiezan.
Por ello, cuando Darío Damonte me propuso flotar el río Chimehuín desde aguas abajo de la Garganta del Diablo hasta el puente de la ruta 234, no dudé en aceptarlo.
Darío y Héctor, su padre, nos pasaron a buscar por la Posada Quinen , de San Martín de los Andes, para llevarnos hacia el pesquero. Lentamente, entre chistes, anécdotas y música country, fuimos transitando el camino de ripio que llega hasta la boca del lago Huechulafquen.
Sin cruzar el puente del río, doblamos a la derecha por un camino de tierra que conduce a los pesqueros. Allí, Héctor nos ayudó a bajar la balsa y nos deseó buena suerte. A las 19.30 nos estaría esperando a metros del puente de la ruta 234, en el acceso a la pequeña y pintoresca Junín de los Andes.

A PESCAR

Bajamos la balsa. El día se presentaba ideal. No eran todavía las 9 de la mañana y ya estábamos pisando las frías aguas del río.
Darío remaba y conducía la balsa, mientras Emiliano y yo comenzamos a castear a ambas orillas.
Los lugares y pesqueros que íbamos dejando atrás eran realmente hermosos, con sus transparentes aguas que permiten ver a simple vista veriles y fondos de piedra fascinantes.
El Chimehuín es el río de los streamers y son las grandes marrones las que se encargan de confirmarlo regularmente, con capturas que en muchos casos superan los 3 kilogramos.
Luego de navegar algunas correderas llegó la primera parada. El bote se acercó hasta una de las orillas y quedó a tiro de caña una hermosa corredera de aguas azules. Darío colocó su mosca de manera perfecta y mientras recogía lentamente su mosca, un gran pez se avalanzó sobre ella, pero no se clavó. Pescamos un rato más y así fuimos probando casi todas las correderas y pozones que pasaban por delante.

La formación de grandes piedras hace que el río tenga verdaderos saltos, por lo que el rafting natural resulta un agregado a las atracciones que vive el pescador.
Llegamos a la famosa Piedra del Viento, una hermosa formación rocosa de colores marrones, grises, rojos y negros, erosionada por el viento y las crecientes y bajantes del río.
Darío nos iba marcando los lugares donde podían estar las truchas. Así fue que en los lugares más bajos se encontraban las más grandes. Mi mosca cayó al lado de un viejo sauce, junto a una orilla, donde no habría ni siquiera veinte centímetros de agua, y la trucha tomó el streamer de inmediato. La trucha marrón, que superaba holgadamente el kilo y medio, luchaba del otro lado de la línea para liberarse del engaño.

ALGUNOS MANJARES

El ritual de la comida es algo que enamora al pescador. Darío lo sabe. Ya en tierra firme, el reloj marcaba las 12 y una excelente picada patagónica nos esperaba. Vinos, cervezas y gaseosas iban anticipando el plato fuerte del día: pollo al disco preparado en el mismo lugar de pesca. Mientras el pollo se iba dorando, seguimos pescando, esta vez de costa, en un lugar realmente paradisíaco.
Luego de la siesta, seguimos pescando en la balsa. La zona conocida como “La herradura” es realmente un lugar increíble, donde a veces se pueden observar truchas que superan los 5 kilogramos.
Luego de pasar por la zona del CEAN, donde el río atesora unas correderas y pozones de un color verde increíble, terminamos de pescar. Finalmente, a las 19.30, llegamos al rincón del río donde Héctor nos estaba esperando con el trailer para levantar la balsa y volver hasta San Martín de los Andes.
Vivimos un día espectacular y nos dimos el lujo de tener casi una veintena de piques, cobrando algunos ejemplares realmente hermosos que devolvimos sanos y salvos al agua.
Y así es “el Chime”, como lo llamamos todos: un río de otro planeta que gracias a Dios es argentino. Con aguas mágicas, un paisaje increíble que lo rodea y un volcán milenario que lo custodia. Y por supuesto, repleto de truchas marrones y arco iris que pueden llegar, por su tamaño, a volver loco a más de un pescador.

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